miércoles, 3 de enero de 2018

NOCHE DE REYES...


Las Navidades no son una fiesta cualquiera. La sola mención de la Navidad hace aflorar espontáneamente recuerdos, sentimientos y vivencias, siempre gratos, aun en medio de las dificultades, porque la Navidad ha traído consigo siempre un rayo de luz, capaz de iluminar cualquier situación.

Un frío 5 de Enero, mi tío Jesús en el centro, recibe un magnifico regalo de un rey Mago
un tanto especial, su hermano Andrés.

La fotografía que hoy os muestro, me evade al tiempo de los Reyes Magos de mi familia, en los que el esfuerzo de la ama de casa, es decir mi abuela Teo, era implacable, ya que llegando la mañana del 6 de enero, nunca les falto un regalo al levantarse de la cama.
Mi abuela estiraba el sueldo para conseguir la ilusión, pero mi abuelo con su sabia habilidad con las manos, conseguía la magia, fabricando el perfecto regalo, con unas herramientas rudimentarias y toscas, dedicando parte de su tiempo libre durante meses, a confeccionar un comedero para palomas que después se convertiría en un precioso armario de muñecas.
La noche del 5 de enero todo era un ritual, después de haber preparado los zapatos, perfectamente adecentados para la perfecta revista de sus Majestades, mi abuela disponía la mesa para cenar, acelerando el ritmo de la misma con el simple comentario, ¿No oís los camellos? ¿Creo que ya oigo las pisadas de los camellos...?; llegando a recordar a día de hoy, como mi madre llegaba a abrasarse la boca, al intentar acabar las sopas de ajo a la mayor celeridad posible, llegando incluso a tropezar con los escalones al intentar avanzar mas rápidamente hasta la habitación.

Hoy después de tantos años, la magia de esta fecha tan entrañable en el calendario no ha cambiado y seguro que al despertarse la Ciudad de los Almirantes, los salones de las casas, se han vuelto a llenar de alegría desbordada ante los diferentes presentes, haciendo que los mayores vuelvan a la niñez viendo reflejado en sus nietos, la candidez ilusionada de entonces en sus rostros.

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