lunes, 21 de agosto de 2017

El viejo oficio de pastor...

Son las 10 de la mañana y Cipriano, mozo viejo y pastor de profesión explota una cuadra de ovejas pequeña, de esas de antes, no de las grandes explotaciones agropecuarias de ahora, acompañado de su burro "Pepito" y su callado y zurrón, arranca otra jornada de trabajo en ese viejo oficio, que no conoce ni sábados ni domingos...
El ruido de los cencerros, avisa de la llegada de estas y mas de un vecino, alertado por el ruido, sale hasta la puerta de su casa, para con un simple gesto, saludarlo y desearle que tenga un buen día, quizás el no es consciente pero de tanto convivir solo con ellas, estas se han echo caprichosas y son estas las que eligen su suerte y no el.

El pastor es Cipriano, abuelo de Lolí, Mayte y Carlos Alvarez Moras, la imagen de su trabajo ha permanecido casi
inalterado durante siglos y ha permitido mantener vivos el paisaje y el mundo rural de esta tierra de llanuras cerealistas,,,
Imagen tomada de una serie de postales de mi colección, de los años 60, editada por Ediciones Postal, Burgos.

Y después de una jornada completa de sol a sol, en medio del campo, en completa soledad, sin que nadie rompa el silencio, ni nada interrumpa el paso del tiempo, al caer el sol, otra vez, como lo hicieran las tropas francesas, regresaran por la vereda, con sus validos y esquilas, para después de atravesar el histórico Arco de Ajujar y ellas regresar a su aprisco, en la calle de los Lienzos y Cipriano volver con los suyos, que le esperan con añoranza y ansia, después de largas horas, fuera del hogar...
Quizás Cipriano, no es sabedor de que es testigo de una época en trance de desaparición, el torbellino actual no considera rentable, ni al pastor, ni a sus ovejas y cuando repite su monotonía diaria, alarga el final de este viejo oficio de Tierra de Campos, sin relevo generacional.

Pero una una nota triste oscurece este relato, Cipriano, pastor de piel curtida, de manos endurecidas y de rostro cansado por las largas jornadas, en un día cualquiera, es sorprendido por un peligro, que le obliga a actuar rápidamente, una de sus ovejas, cae al Canal y sin dar tiempo a otra reacción se lanza para intentar salvar la vida del pobre animal, con la mala suerte de encontrarse cercano el sifón que pasa cercano al cementerio, quedando atrapado con ella y convirtiéndose en víctima de su osada heroicidad...

Ojala que la fotografía que encierra esta postal, del Arco Ajujar, tuviera un significado especial para muchos riosecanos y que en ella se reencontraran con el Medina de Rioseco, capital de la Tierra de Campos, donde primaba el esfuerzo de los hombres y de las mujeres, en el duro trabajo diario y a todos aquellos que hicieron posible que nuestra ciudad se convirtiera en un punto de referencia de la agricultura y de la ganadería, a nivel nacional, siendo la oveja churra, un referente en nuestra comarca haciendo con ello posible un lechazo de calidad y siendo este una de las mejores muestras de gastronomía, gracias.

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